Leonard Cohen cumple este domingo 80 años sobre este planeta. Y lo hace teniendo todavía muchas cosas que decir, como demuestra el hecho de celebrar el aniversario con el lanzamiento de un nuevo disco, Popular problems, que sale a la venta tres días después. Nueve canciones que prolongan el glorioso renacer del trovador canadiense desde que en 2008 decidiese volver a actuar en directo y reviviese su compromiso con la música con la publicación de Old Ideas (2012).
Popular problems mantiene el mismo equilibrio del anterior (y aclamado) álbum del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011:de un lado, la fidelidad al estilo y a los rasgos reconocibles; del otro, el eclecticismo y el intento por abarcar lo máximo posible en un único trabajo.
«Ralentizo la canción. Nunca me gustó lo rápido. Vosotros queréis llegar ahí pronto, yo quiero llegar el último. No es porque sea viejo, no es por la vida que he llevado. Siempre me gustó despacio». Cohen recita así en Slow, el corte que abre el disco, y en él defiende su forma de entender la música, al tiempo que aplica sobre sí mismo su sutil humor coheniano. Con una veteranía superior a la de Bob Dylan y Paul McCartney, por citar a otros dos iconos de la música popular, Cohen habla aquí del paso del tiempo y de la proximidad de la muerte, pero también de los otros temas recurrentes en sus canciones-historia:la religión, el dolor que nos infringimos los humanos, la pasión amorosa, el futuro...
En lo sonoro, Cohen sigue sonando a blues y a músicas negras -especialmente en los omnipresentes coros femeninos-, pero también a los sintetizadores que marcaron su producción de los 80. Hay también ecos árabes e indios en Nevermind para hablar de la guerra eterna, y cadencias percusivas alejadas del canon europeo-occidental en Almost like the blues, donde deja otra de sus frases geniales, hablando de las cargas que debe soportar en su vejez: «Está la tortura, está el asesinato y están todas mis malas críticas».
Cohen presenta hoy en Londres este nuevo álbum. Esquivo en lo que se refiere a su presencia pública, al músico y poeta le tocará hablar de los mensajes que subyacen en Samson in New Orleans (un corte inspirado en el paso del Katrina por la ciudad) o en Born in chains, en la que se entremezcla la narración de la Torá (más concretamente, del libro del Éxodo)con las enseñanzas budistas. Cohen seguramente esquivará las cuestiones sobre el desfalco que sufrió a manos de su mánager mientras él se encontraba de retiro en un monasterio zen. Un hecho que, a la larga, terminó obligando a Cohen a volver a los escenarios y recuperar el dinero perdido. Una explicación demasiado prosaica para justificar los conciertos de tres horas y media que el autor de So long, Marianne y First we take Manhattan ofreció durante su última gira.
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